Inflación y deflación, ¿qué las diferencia?

inflación y deflación

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La inflación y la deflación son dos términos comúnmente utilizados en macroeconomía. Estos dos fenómenos se producen en casi todos los países del mundo, y se puede decir que la inflación y la deflación son dos caras de la misma moneda. Mientras la inflación se define como el aumento en los niveles de precios involucrados en los bienes y servicios en una economía, la deflación se refiere a la disminución en los niveles de precios de bienes y servicios. A simple vista, puede parecer confuso. Es por eso que a continuación te contaremos todas las particularidades que diferencian a estos dos conceptos.

Inflación vs. deflación: una visión general

Como dijimos al inicio, la inflación ocurre cuando los precios de los bienes y servicios aumentan, mientras que la deflación ocurre cuando esos precios disminuyen. El equilibrio entre estas dos condiciones económicas es delicado y una economía puede pasar rápidamente de una condición a la otra.

Los bancos centrales se encargan de vigilar atentamente los niveles de cambios de precios y actúan para detener la deflación o la inflación mediante la aplicación de políticas monetaria. Por ejemplo, la fijación de las tasas de interés.

Pero analicemos en detalle cada uno de estos fenómenos:

Inflación

La inflación es una medida cuantitativa que calcula la rapidez con que aumenta el precio de los bienes en una economía. La inflación se produce cuando sube la demanda de los bienes y servicios, creando una caída en la oferta. Los suministros pueden disminuir por muchas razones: la pérdida de una cosecha de alimentos o escasez de materiales de construcción, entre otras. Sea cual sea la razón, los consumidores estarán dispuestos a pagar más por los artículos que desean. Mientras, los fabricantes y proveedores de servicios querrán cobrar más por ellos.

La inflación se mide a través de la tasa de aumento del índice de precios al consumidor (IPC). El IPC se refiere a la cesta de la compra. Esta incluye bienes y servicios de consumo, atención médica, costos de transporte, etc. El estado se encarga de monitorear el precio de estos bienes y servicios básicos para determinar cuál es el poder adquisitivo de la moneda.

¿Qué consecuencias trae la inflación?

La inflación a menudo se ve como una gran amenaza, principalmente las llamadas hiperinflaciones. Estas últimas ocurren cuando el aumento de los precios mensuales supera el 50% durante un período determinado de tiempo. Estos períodos de rápidos aumentos de precios a menudo van acompañados de un colapso en la economía real subyacente, y también se puede ver un aumento repentino en la oferta monetaria.

Si bien las hiperinflaciones son alarmantes, la realidad es que históricamente no ocurren muy a menudo. La inflación puede ser beneficiosa o nociva, según las razones y los niveles que pueda alcanzar. De hecho, una falta total de inflación puede ser perjudicial para la economía. Esto se debe a que una cantidad modesta de inflación en realidad puede alentar el gasto y la inversión.

Deflación

Cuando hay demasiados bienes disponibles o cuando no hay suficiente dinero circulando, ocurre la deflación. Como consecuencia, cae el precio de los bienes y servicios.

Por ejemplo, si un tipo particular de teléfono móvil se vuelve muy popular, probablemente otros fabricantes comenzarán a fabricar uno similar para competir. Muy pronto, las compañías tendrán más aparatos de los que pueden vender, y se verán obligados a bajar el precio de los teléfonos. Las empresas que cuentan con demasiado inventario deben reducir costos, lo que a menudo conduce a despidos. Como consecuencia, las personas desempleadas no tienen suficiente dinero disponible para comprar productos. Entonces, para convencerlos de que compren, los precios bajan, produciendo un círculo vicioso. 

Otro fenómeno muy común se da cuando los bancos detectan una disminución en los precios. A menudo reducen la cantidad de crédito que ofrecen. Esto crea una crisis crediticia en la que los consumidores no pueden acceder a préstamos para comprar artículos de precios más elevados. Esto, a su vez, deja a las empresas con un exceso de existencias y provoca una mayor deflación.

¿Qué consecuencias tiene la deflación?

La deflación puede conducir a una recesión o depresión económica. Los bancos centrales suelen trabajar para detenerla tan pronto como comienza, ya que los períodos prolongados de deflación pueden frenar el crecimiento económico y aumentar los números del desempleo. 

Así como la hiperinflación no es recomendable, las caídas de precios descontroladas pueden conducir a una espiral deflacionaria dañina. Esta situación generalmente ocurre durante periodos de crisis económica, como una recesión o depresión. Aquí, la producción económica se desacelera y la demanda de inversión y consumo se agota. El resultado es una disminución general de los precios de los activos, pues los productores se ven obligados a liquidar los inventarios que la gente ya no quiere comprar.

Tanto los consumidores como las empresas comienzan a aferrarse a las reservas de dinero líquido para protegerse contra posibles pérdidas financieras. Cuando se ahorra más dinero, se gasta también menos, lo que reduce aún más la demanda agregada. Las expectativas de las personas con respecto a la inflación futura hace que comiencen a acumular dinero. Por ende, los consumidores tienen menos incentivos para gastar hoy cuando pueden esperar a que su dinero tenga más poder adquisitivo mañana.

Algunas conclusiones clave sobre inflación y deflación

  • La inflación ocurre cuando se produce un aumento en los precios generales de los bienes y servicios en una economía.
  • La deflación, por el contrario, es la disminución general de los precios de los bienes y servicios. Queda indicada por una tasa de inflación que cae por debajo del 0%.
  • Ambos fenómenos pueden ser potencialmente perjudiciales para la economía. Esto dependerá de las razones subyacentes y la tasa de evolución de precios.
  • Niveles altos de inflación y deflación pueden ser peligrosos para una economía. Por eso, la mayoría de bancos centrales del mundo apuntan a niveles moderados de inflación, alrededor del 2% al 3% anual.

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